¿Qué es un paradigma? De forma simple, se puede definir un paradigma como el conjunto de creencias, pensamientos, prácticas, normas, juicios, formas de hacer, aceptados como válidos acerca de un determinado aspecto de la realidad, y para un contexto.
Se puede decir también que la zona de confort compartida por los expertos en un tema dado es su paradigma, y que los límites de la zona de confort, son los límites del paradigma.
Ejemplos de paradigmas actuales son, que los coches tengan volante, que los aviones tengan alas, que las semanas tengan siete días, que los hoteles tengan recepción, que las botellas tengan tapón, o que los bolígrafos escriban con tinta.
Por ello, y como ya has visto, siempre habrá algunas personas cuya zona de confort sea un poco más amplia que la de sus compañeros de paradigma, y que desafíen lo establecido.
Un paradigma incluye también las limitaciones que los elementos aceptados como parte del mismo, supongan para la población que los acepte. Sin embargo, estas limitaciones no siempre suelen percibirse como tales.
Hasta mediados del siglo XVI el paradigma acerca de la forma de la Tierra, era que ésta era plana. Hasta que no llegó el polaco Nicolás Copérnico y empezó a cuestionar dicho paradigma, la gente vivía tranquilamente en su paradigma.
De hecho, a pesar de que hoy sabemos que cuestionar paradigmas ha sido, y es, con frecuencia una fuente de innovación además de una fuente de aprendizaje, en ciertas épocas de nuestra historia, hacerlo podía suponer la pérdida de la libertad o de la vida, especialmente por el desafío que suponía a los que querían mantenerlo, y que generalmente estaban en el poder. Incluso hoy en día, en ciertas organizaciones, cuestionar determinados paradigmas podría llegar a suponer la pérdida del trabajo, o al menos de la credibilidad profesional.
Por esa razón cuando Copérnico no sólo intuyó que la Tierra no era plana, sino que además los resultados de sus investigaciones desafiaban el paradigma de que la Tierra giraba en torno al Sol, y no al revés, sabía que echaría por tierra muchas de los dogmas de la Iglesia. Y como temía las consecuencias, no publicó el libro con sus planteamientos revolucionarios y espero a estar en su lecho de muerte, en 1543, para hacerlo. No tuvo tanta suerte el filósofo italiano Giordano Bruno, quien en 1600 fue acusado de hereje y quemado por apoyar las teorías de Copérnico.
Los paradigmas son útiles, porque además de darnos certeza, y por tanto seguridad, nos ayudan a dar por hecho una serie de aspectos de la realidad. De este modo, nos permiten funcionar con mayor fluidez, especialmente a medida que los vamos entendiendo y dominando. Establecer paradigmas permiten mejorar la excelencia dentro del mismo.
Una forma simplificada de paradigma es el protocolo, o los procedimientos. En el momento en que desarrollaron probablemente fueron la mejor forma posible de organizarse para llegar a un resultado.
Sin embargo, al dar por hecho los aspectos de la realidad que conforman un paradigma, no contemplamos la posibilidad de que otras personas, o uno mismo, pueda tener una nueva visión, más detallada, acertada, o simplemente diferente que nos pueda llevar a descubrir una nueva forma de hacer operar el mundo. En definitiva, de plantear una posible innovación.
Para darnos cuenta de cómo nos ha beneficiado el desafío de paradigmas a lo largo de la historia, puede ser suficiente con revisar ejemplos de paradigmas del siglo XX que ya han sido superados, como por ejemplo: que los aviones tengan que tener hélices (aviones con turboreactores), que los trenes deban tener ruedas (tren bala japonés), que las grabadoras deban tener cinta (grabadoras digitales), que las cámaras utilicen película (cámaras digitales), que los teléfonos fijos tengan cable, que sea necesario abrir al paciente para operarle (artroscopia), o incluso que el agua sea insípida (agua con sabores).
Una buena forma de descubrir qué elementos forman parte de un paradigma es preguntarte qué crees que es imposible hacer dentro de un determinado contexto, sea este tu familia, tu empresa, o la sociedad, y a continuación preguntarte, ¿es imposible, o no sé cómo se podría hacer?. Una contestación objetiva y sincera puede darte muchas pistas para empezar a vislumbrar cómo innovar.
Recuerda que el paradigma es como el agua para el pez, y que sólo los peces no saben que están mojados
Pero antes de que empieces a cuestionarte todos los paradigmas en los que te apoyas, nos apoyamos, para funcionar como sociedad, identifica las áreas en las que hacerlo puede ser de utilidad, es decir, identifica primero el foco.
Y si lo tienes claro, disfruta pensando, ¿y que pasaría si …?. Es un ejercicio de lo más interesante siempre que lo hagas difiriendo el juicio, porque mientras no lo verbalices no asustarás a nadie y en cambio te darás cuenta de todas las posibilidades que aparecen.
Es también útil y necesario, aunque estés sólo haciendo un ejercicio mental, que al hacerlo pienses en quien puede verse perjudicado y beneficiado de ese cambio de paradigma.
Fuente: Inknowation
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