Solemos creer que nuestros juicios morales son inamovibles pero en realidad no es así. Y lo interesante es que a veces bastan estímulos insignificantes para hacernos cambiar de opinión. De hecho, todos los estímulos que nos rodean están determinando nuestras decisiones, incluso si no somos conscientes de ello.
Ahora investigadores de la Universidad de Chicago han vuelto a poner el dedo sobre la llaga demostrándonos cómo el simple acto de cerrar los ojos puede afectar nuestros juicios morales. ¿Cómo llegaron a estas conclusiones?
Los psicólogos reclutaron a una serie de personas diciéndoles que participarían en un estudio para evaluar la calidad de unos audífonos. A continuación les pidieron que escucharan las indicaciones a través de los audífonos. Lo interesante fue que a la mitad se les pidió que lo hiciesen con los ojos cerrados, supuestamente para ayudarles a concentrarse en la calidad del sonido y no dejarse influenciar por los estímulos visuales.
Después se les pidió que dieran su opinión sobre el hecho que habían escuchado: una persona que añadía deliberadamente más horas de trabajo sin haberlas hecho realmente, con el objetivo de cobrar más.
Lo interesante fue que las personas que escucharon esta situación hipotética con los ojos cerrados tendieron a mostrarse más férreos en sus decisiones y a calificar como inaceptable ese tipo de comportamiento. Al contrario, quienes escucharon la historia con los ojos abiertos se mostraron más flexibles en sus juicios y más permisivos con este comportamiento.
¿Por qué?
Los investigadores piensan que todo se debe a un mero problema de visualización. Es decir, cuando cerramos los ojos y a nuestro cerebro no llegan los estímulos visuales que nos rodean, podemos concentrarnos mejor en la historia, normalmente esto hace que la imaginemos con mayores detalles y, por tanto, que reaccionemos de una manera más intensa ante sus consecuencias.
De hecho, posteriormente los investigadores realizaron algunas preguntas de seguimiento a partir de las cuales descubrieron que quienes habían cerrado los ojos habían podido imaginar el escenario que le estaban contando de una manera más vívida que los demás.
Por otra parte, poder imaginar un escenario con mayor nitidez también nos permite reflexionar con mayor profundidad sobre lo que está sucediendo. Por tanto, nos lo tomamos más a pecho y respondemos de forma más “emocional” y “rígida”.
Fuente: Rincón de la Psicología
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